domingo, 25 de agosto de 2013

CANOAS EN EL RÍO DEL CIELO



CANOAS EN EL RÍO DEL CIELO

Indígenas shipibos: navegantes experimentados, artistas excepcionales
 
CANOAS EN EL RÍO DEL CIELO
Radialistas.net

ABUELA Al principio, existía la Boa Mama, la anaconda. Ella puso al Sol y a la Luna en el cielo. Y los hizo girar y girar sin encontrarse nunca.

CONTROL MÚSICA SUGESTIVA

ABUELA Pero el Sol resultó enamoradizo… 

SOL Hoy dormiré más tarde y besaré a la Luna.

ABUELA El Sol se juntó con la Luna y la embarazó con un beso apasionado.

CONTROL MÚSICA MÁGICA

ABUELA Una noche…

EFECTO TORMENTA RAYOS

ABUELA … una tormenta terrible estalló en el cielo y un rayo abrió el vientre de la Luna. Siete niños cayeron a la tierra. 

EFECTO DE AGUDO A GRAVE

ABUELA Esos siete niños descubrieron el fuego, inventaron la flecha y la canoa. Y nos enseñaron a los shipibos el arte del dibujo y la cerámica. 

EFECTO DE GRAVE A AGUDO

ABUELA Después de vivir muchas aventuras en la tierra, los siete niños regresaron al cielo. La Boa Mama los convirtió en estrellas. Son esas siete que se ven juntitas allá arriba. 

CONTROL MÚSICA SHIPIBA

LOCUTOR La nación Shipiba reconoce en las Pléyades a sus antepasados y se guía por ese grupo de estrellas para saber cuándo comienzan y acaban las lluvias.

LOCUTORA Los shipibos son 40 mil. Viven en 130 comunidades esparcidas por las riberas del Ucayali, el río que se une al Marañón para formar el inmenso Amazonas.

LOCUTOR Los hombres son navegantes experimentados. Las mujeres, artistas 
excepcionales. En sus telas de algodón, con diferentes tintes vegetales, dibujan líneas rojas y amarillas, cuadrados blancos y negros, hexágonos, complicadas figuras geométricas. 

SHIPIBA Siempre nos preguntan qué significan esas líneas…

HOMBRE 1 Son mapas de los ríos de la selva…

MUJER 1 Son constelaciones del cielo… 

HOMBRE 2 Son escamas de la piel de una serpiente… 

MUJER 2 Una visión de ayahuasca…

HOMBRE Un idioma de signos…

SHIPIBA Y yo me río porque es todo eso a la vez. Y otras cosas que no digo porque sólo las conoce el shamán. 

CONTROL MÚSICA SHIPIBA

LOCUTOR En las grandes vasijas de cerámica también se hacen los dibujos. Son recipientes grandes, machos y hembras, de paredes muy finas, modelados a mano sin torno de alfarero.

SHIPIBA Nosotras nos vamos, pero los dibujos quedan. Gracias a ellos somos 
inmortales. 

EFECTO FIESTA SHIPIBA

LOCUTORA Con las mismas líneas geométricas se adornan el cuerpo y se pintan la cara. Y beben masato, la yuca fermentada, durante el Ani Sheati, fiesta de iniciación para los jóvenes. 

CONTROL MÚSICA SHIPIBA

LOCUTORA La nación Shipiba, fusionada con la coniba, es muy orgullosa de su cultura y de su idioma. 

LOCUTOR Desde hace años, en sus escuelas se imparte educación bilingüe, español y shipibo-conibo.

CONTROL MÚSICA SHIPIBA

NIÑO Mamá, en la escuela me dijeron que las estrellas son astros como el sol. Pero el abuelo dice que son lámparas que viajan en canoas por el río del cielo. ¿Quién tiene razón, mamá? 

MADRE Los dos, hijo. En la vida todo se entrelaza. Como las líneas que pintamos en la arcilla. Como el Sol con la Luna. Como las serpientes en las aguas del Ucayali. .

LOCUTORA Una producción de Radialistas con el patrocinio de la UNESCO y el apoyo del Consell Insular de Menorca, España.
 
Serie: Raices vivas Mitología Shipiba
BIBLIOGRAFÍA
Jacques Tournon, La merma mágica. Vida e historia de los Shipibo -Conibo del Ucayali, Lima, CAAAP, 2002. http://www.unhchr.ch/udhr/lang/shp.htm

martes, 13 de agosto de 2013

La lectura y Salomón Lerner Febres

La cultura de la lectura


Por Salomón Lerner Febres

A mediados del siglo XX, algunos pensadores señalaban que en la sociedad contemporánea el humanismo y la ciencia se habían constituido en dos culturas apartadas y que apuntaban en direcciones opuestas. En esa aparente competencia, la cultura científica parecía destinada a prevalecer gracias al apogeo de la informática. Esta, con sus componentes principalmente visuales, con su elogio de lo inmediato y de lo simultáneo, tendría como su “víctima” directa a la lectura, que reclama de nosotros un tipo especial de concentración y que no se halla investida del poder hipnótico del que sí disfrutan la imagen o el sonido.

Pienso que esa oposición entre ciencia y tecnología, de un lado, y cultura humanística, de otro lado, es, en gran medida, un equívoco. Se trata, ciertamente, de orientaciones distintas de nuestra vida mental, pero no de dimensiones necesariamente divergentes, sino, más bien, complementarias cuando se las comprende rectamente. En efecto, la humanidad no puede existir sin que sus miembros resolvamos nuestros problemas de subsistencia material. Pero dejaríamos de ser humanidad si abandonáramos para siempre el reino de los valores, el ámbito de la búsqueda de nuestras identidades, la edificación de interpretaciones del mundo en que vivimos y de nuestro destino como especie.

Leer y escribir constituyen actividades indesligables. Ambas fueron, en la Antigüedad y en la Edad Media, privilegio de capas muy pequeñas de la sociedad. Hoy, la lectura y la escritura son sin duda cualidades básicas sin las cuales difícilmente podríamos aspirar a forjarnos una vida de bienestar. Estar excluidos de ellas o tener un acercamiento incipiente a tales capacidades puede ser una de las mayores injusticias a las que podamos estar sometidos, pues el analfabetismo priva a los sujetos que lo padecen de oportunidades y genera así privaciones. Y esto que ocurre en el plano individual adquiere un carácter especial en el plano colectivo: una sociedad no apta para leer es una sociedad vulnerable a la injusticia, a la manipulación, al engaño.

En ocasiones se tiende a poner en entredicho el papel fundamental de la escritura y la lectura en nuestras vidas hoy. Algunas de esas corrientes consideran que la tecnología informática, con su celebración de lo visual, de lo veloz, de lo simultáneo, no deja otro espacio para la cultura que el desván de lo obsoleto, de lo socialmente insignificante.

Pero cuando pensamos en el papel fundamental de la lectura en nuestras vidas, sea como vía de perfeccionamiento de nuestro espíritu o como simple medio para forjarse una vida digna, cuando observamos la ilusión con que padres y madres humildes procuran que sus hijos accedan a tal destreza, no podemos dejar de encontrar que, en su confusión, ciertas teorías no han hecho sino ceder a la frivolidad y la mirada superficial. Es insensato negar que la difusión de la lectura y la escritura sea uno de los mejores medios para fundar sociedades democráticas y justas, y que privar de tales maravillas a una parte de la población significa profundizar exclusión social.

A lo dicho cabe subrayar que entre la cultura letrada y el desarrollo tecnológico no cabe hablar de oposición. En efecto, el aprovechamiento de la tecnología no puede reducirse a ejercicios inconscientes o automáticos; por el contrario debe alimentarse de las posibilidades de comprensión y de discriminación que nos ofrece la lectura. Ella, ciertamente, no se reduce a la mera descodificación de signos, sino a la apertura para entender conceptos complejos, para replantearlos y expresarlos ordenadamente. Leer, en su recto sentido, es espigar, discernir lo principal de lo accesorio, y ello es justamente lo que se requiere con urgencia en un mundo donde la abundancia de información puede llegar a abrumar o a confundir. Así, lectura y reflexión otorgan sentido a un quehacer tecnológico de suyo ciego sobre su naturaleza y fines, pero que es muy valioso instrumento en las acciones que se deben emprender para alcanzar la vida buena.


Ahora bien, en la labor universitaria, he podido confirmar, con pena, que en los últimos años los índices de lectura han descendido dramáticamente entre los más jóvenes. Se lee de manera superficial; sin embargo poseo la íntima convicción de que esa actividad, si es incorporada desde temprano a nuestra manera de estar en el mundo, amplía nuestros horizontes, confiere sustancia a nuestra experiencia, nos hace, en fin, “personas”, como decía Gracián.

Si realmente queremos que nuestra sociedad avance en el camino del desarrollo, y si de verdad deseamos forjar ciudadanos libres y plenos, es indispensable que dentro de nuestras vidas, y por tanto como deber contemplado en nuestra agenda nacional, se considere como tema prioritario reflexionar y asumir compromisos en torno al impulso que debe ofrecerse para que la buena lectura se asuma como una necesidad, hasta ahora insatisfecha, y se la considere como realidad y hábito entre los peruanos.


La República
Domingo, 11 de septiembre de 2011


La lectura y la reflexión ética


Hace algún tiempo escribíamos sobre la importancia de la lectura.  Complementando esas ideas hoy quisiéramos  decir que la lectura forma nuestra sensibilidad y nuestro pensamiento a la vez que ofrece un material de incalculable valor para la reflexión moral y política. Las tragedias clásicas, los dramas de Shakespeare, las novelas rusas, entre otros notables textos, elaboran un complejo retrato del alma humana, de sus inclinaciones y conflictos, así como plantea la posibilidad de examinar posibles cursos de acción, normas y formas de comportamiento concebidas como potencialmente virtuosas o viciosas. La literatura nos acerca al universo de la conducta humana en la perspectiva de la experiencia, no desde la abstracción puramente teórica.

La lectura orienta nuestra capacidad de juzgar y forja nuestro carácter. Nos invita a explorar la densidad y complejidad de otras vidas y examinar otros modos de valorar la existencia. Nos permite comprender y cuestionar las decisiones de personas que tienen otras costumbres, profesan otros credos y abrigan otras aspiraciones para sus vidas. Los grandes libros hacen posible que nos acerquemos, no con la claridad del principio racional, sino con la perspicacia propia de la sabiduría práctica, a la particularidad de las vidas de seres concretos, que tienen que enfrentar situaciones adversas o propicias respecto de sus anhelos cotidianos, circunstancias que ponen a prueba sus capacidades y disposiciones morales. Adentrarse en la lectura implica poder sentir la tristeza o la indignación de la víctima que padece un mal inmerecido, vibrar con el reencuentro de los seres queridos tras una larga separación propiciada por los dioses. Las grandes obras alientan el desarrollo de la empatía a la vez que promueven el discernimiento en torno a situaciones críticas de  nuestra propia vida.

El tipo de reflexión que ofrece la literatura nos sitúa en medio de dilemas morales concretos, que los personajes afrontan poniendo en juego no solamente su capacidad para comprender y actuar sino también nos acerca a  sus actitudes emocionales y a su manera de procesar su propia historia personal. Son justamente esas situaciones, en las que es necesario optar, en las que se  someten a prueba tanto los principios que rigen realmente sus acciones como sus competencias para interpretar acertadamente las situaciones que enfrentan y las relaciones que entablan con otras personas. Las novelas y las obras teatrales nos exhortan a ponernos en el lugar de los personajes que enfrentan tales circunstancias, lo que nos permite formar y sopesar nuestra propia capacidad de comprometernos con el otro. Las obras literarias pueden fortalecer nuestro sentido de solidaridad y de justicia.

Las novelas y las obras teatrales pueden asimismo promover un sentido firme de ciudadanía y afirmar la cultura de los derechos humanos. El compromiso con los derechos universales requiere tanto de convicción y lucidez en materia de la reflexión y la observancia de las normas como disposiciones para el reconocimiento del otro y de las situaciones de injusticia que enfrentan y en tal circunstancia las obras literarias interpelan a la vez nuestra mente y nuestro corazón. Las distopias que retratan Un mundo feliz y 1984 –por citar solo un caso– nos describen un sistema de instituciones en los que la libertad individual no tiene lugar y en el que las diferentes situaciones de la vida pública y privada de la gente no escapan a la mirada vigilante de los gobiernos. Estas narraciones distópicas nos invitan a pensar las condiciones del ejercicio de la libertad (y las condiciones de su pérdida). De hecho, nos interrogan acerca del lugar de la autonomía en nuestras vidas y su valor como un principio rector para una sociedad justa y razonablemente estructurada. La lectura de obras literarias promueve este ejercicio moral tan importante y nos remite hacia nuestra propia existencia para preguntarnos acerca de su valor y sentido.

La República
Domingo, 11 de agosto de 2013