sábado, 12 de abril de 2008




Los biocombustibles pierden la etiqueta ecológica
Crecen las dudas sobre su capacidad para reducir CO2 y los temores a sus efectos adversos - Reino Unido cuestiona los objetivos marcados por la UE

JAVIER RICO - Madrid - 31/03/2008
A los biocombustibles cada vez les resulta más difícil llevar colgada la
etiqueta de fuente de energía ecológica. La culpa es del creciente número de
expertos, investigadores y ecologistas que cuestionan su capacidad para reducir
las emisiones de CO2, y hablan los efectos de deforestación y de aumento de las
desigualdades que pueden causar.


Por segunda vez en lo que va de año, la Comisión Europea ha tenido que salir a defender su progresiva incorporación al transporte por carretera -el objetivo es que supongan el 5% en 2010 y el 10% en 2020-, ante las declaraciones críticas de Reino Unido. En las últimas, Robert Watson, asesor de medio ambiente del primer ministro Gordon Brown, recomendó al Gobierno británico que estableciera una moratoria en la aplicación de las cuotas establecidas por la UE y cuestionó seriamente la contribución de los biocombustibles a la reducción de las emisiones de dióxido de carbono (CO2).
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Los economistas del área de Medio Ambiente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) acaban de reconocer en un foro abierto en Internet que "el rápido crecimiento en el uso de los biocombustibles de primera generación ha repercutido en el precio de los alimentos y es un tema de preocupación en numerosos países". Sin embargo, también hablaban de sus beneficios, como la reducción de emisiones del impacto de su producción sobre el medio ambiente.
Se trata de un constante cruce de acusaciones y apoyos que mantienen al sector en vilo, especialmente en Europa. Según Roderic Miralles, presidente de la sección de Biocarburantes de la Asociación de Productores de Energías Renovables (APPA), "países como Alemania o España producen entre el 10% y el 20% de su capacidad instalada, algo inaudito, porque por un lado se nos acusa de tener una gran influencia en la subida de precios y por otro mantenemos plantas sin operar por la inestabilidad del sector". Además, el sector continental de biocombustibles tiene que luchar contra las miles de toneladas altamente subvencionadas que entran en Europa procedentes de Estados Unidos.
Jorge Riechmann, del equipo técnico del Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS) de Comisiones Obreras, prefiere no mostrar a los biocombustibles, de partida, como ecológicos. "No todo aprovechamiento de la energía renovable resulta sostenible. La idea de sustituir la gasolina y el gasóleo por carburantes elaborados a partir de la biomasa sólo sería buena con muchos menos vehículos de motor en el planeta y mucho menor uso de los mismos; es decir, con otro modelo de transporte", sostiene.
Uno de los cuestionamientos que se ponen a los objetivos de la UE es que para cubrir los porcentajes establecidos (que ahora superan escasamente el 2%) habrá que poner en cultivo millones de hectáreas, y no todas en Europa. La Agencia de Evaluación Ambiental de los Países Bajos, en un estudio publicado el mes pasado, cuantificaba entre 20 y 30 millones las hectáreas necesarias para abastecer de biocombustibles el 10% de la demanda en 2020. "El sistema de libre comercio conllevará que la UE produzca sólo la mitad de los cultivos necesarios, mientras que la otra mitad se importará", concluía.
El cultivo y producción en terceros países, la roturación de terrenos vírgenes, el empleo de maquinaría pesada para la plantación y recolección, la utilización de fertilizantes y plaguicidas y el transporte hacia los lugares de procesamiento y consumo cuestionan la contribución de los biocombustibles en la lucha contra el cambio climático y, por el contrario, hacen pensar que, incluso, pueden favorecer el aumento de las emisiones. Así lo piensa, no sólo el instituto holandés, sino organizaciones ecologistas como Greenpeace y Amigos de la Tierra y varios estudios publicados recientemente en la revista Science.
El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), dependiente del Ministerio de Industria, advierte de que la política de la UE va mucho más allá de los porcentajes. "Nunca antes se había llegado tan lejos con la exigencia de sostenibilidad, hasta el punto que los biocombustibles reciben un peor trato que la producción agrícola tradicional o los carburantes fósiles, para los que no existen esas exigencias".
La nueva directiva europea de energías renovables dice que no se podrán etiquetar como biocombustibles los que utilicen materias primas de bosques vírgenes, praderas y áreas protegidas o de la conversión de humedales y zonas de silvicultura, ni los que emitan por encima de un 35% menos de GEI que los combustibles fósiles. "Esto supone primar el uso de carburantes fósiles", asegura el IDAE.
En cualquier caso, las investigaciones para mejorar los biocombustibles siguen en marcha. Y avanzan. "Entre las muchas direcciones en las que se trabaja, está la de atender a las características de cada mercado. Por ejemplo, en el norte de Europa, habrá un desarrollo viable y sostenible en torno al aprovechamiento de los residuos forestales y de las fábricas de pasta de papel. En el sur de Europa habrá que pensar en aprovechamientos o plantaciones que no supongan una alta demanda de agua. Es decir, adaptarse a la geografía y la climatología para producir de forma sostenible", asegura Luís Cabra, director corporativo de Tecnología e Ingeniería de Repsol YPF y presidente de la Plataforma Tecnológica Europea de Biocarburantes.
Con información de Ricardo M. de Rituerto (Bruselas) y Patricia Tubella (Londres)

Información adicional

Se denominan biocombustibles a todos los que son derivados de la biomasa vegetal, ya sean líquidos o gaseosos. El portal www.vidasostenible.org en uno de sus artículos sobre el tema sostiene que Los biocombustibles pueden y deben ser una excelente opción energética. Y empezarán a serlo si cumplen algunos requisitos, entre ellos:

• Si la agricultura y los procesos relacionados con ella dejan de depender del combustible fósil y se abastecen de las energías renovables como por ejemplo la solar o la eólica, para conseguir que el balance energético de los biocombustibles sea positivo y las emisiones a la atmósfera sean realmente neutras.

• Cuando sean producidos a partir de desechos agrícolas y forestales o residuos sólidos urbanos, ya que la utilización de estos restos no significaría un gasto de energía en su producción, (solo en la transformación) por lo que así habría un balance energético positivo mucho mayor.

• Cuando dispongamos de mejores cultivos energéticos que presenten una mayor resistencia a las condiciones adversas (clima, plagas, etc.), menores costes de producción y sean capaces de responder mejor a las necesidades de la industria. En conclusión, la implantación de los biocombustibles tiene un innegable potencial para resolver nuestros problemas actuales de abastecimiento energético y de emisiones contaminantes a la atmósfera. Pero su puesta en marcha debe hacerse con mucho tiento y cautela, analizando todos los pros y los contras.
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